domingo, 4 de junio de 2017

¿Qué sueña un bebé?

¿Alguna vez os habéis parado a pensar si un bebé sueña o no? Yo creo que sí, porque veo a Gabriel dormir y es como para estar mirándolo un rato, pues su cara transmite paz, serenidad. A veces, hasta se ríe. Ojalá esa felicidad sea eterna para él.
Ya ha cumplido 4 meses. 4 meses de vida, quién me iba a decir a mi que escribiría estas líneas comentando esto sobre mi bebé. Increíble.
Os confieso que me encuentro muy cansada, pues aunque él es muy bueno y se despierta cada 2,5-3 horas, el ritmo me pasa factura. Por una parte, es bonito darle el pecho y ver que de ti, se alimenta y va creciendo; pero por otra, estoy cansada, la verdad. Tan sólo un mes más, y empezamos con la fruta y los cereales. A ver qué tal.
Recuerdo que ahora, hace un año, estábamos en nuestra última beta-espera, con ese miedo por dentro de si sería positiva o no. Cada movimiento que yo hacía, no sabía si había implantado o no, aunque en el fondo, presentí que sería la definitiva.
He vuelto hacer yoga, y es genial. Ahora sin barriga, jeje. Me encantaría seguir con esta actividad, pero al tener que volver a Almería en dos meses, no creo que pueda... en fin, es lo que toca.
Al ver a Gabi, siempre recuerdo todo el camino que me ha llevado hasta él, y que no ha sido un camino de rosas, precisamente. Tantos médicos, pruebas dolorosas (aún recuerdo la histerosalpingografia...), listas de espera, dinero invertido, etc. Parece lejano, pero forma parte de nuestras vidas. Ahí se queda para nosotros. 
El domingo bautizaremos al nene, y espero que sea un día muy especial con mi familia y amigos.
Cada vez tengo menos tiempo para escribir... jeje... pero me alegro. Sólo lo hago cuando él duerme y quizá sueñe con los angelitos.

viernes, 21 de abril de 2017

Ya casi tres meses de vida... y aún no me lo creo

Gabriel ha cumplido casi tres meses de vida, y aún no me creo que yo sea madre y que él sea mi hijo. Ayer mirando las notas creadas en el móvil, me percaté de una que fue especial: última regla 5/5/16. Y, fíjate, en realidad sí que fue la última regla de mi vida y quién me lo iba a decir...
Os he de confesar que es duro la lactancia materna... tienes que estar pendiente cada 2-3 horas de darle de comer, porque tú eres su sustento. Es muy bonito saber que gracias a mí, cada día va creciendo y engordando, jeje. Y es que cuando son las 3 de la madrugada, tienes que espabilarte y darle el pecho, se te quieren salir los ojos de las cuencas.
Al menos, ya no me duele cuando se engancha, porque lo pasaba mal al principio.
Han sido meses de adaptación, de amoldarnos ahora a tener alguien más en nuestras vidas, puesto que hemos dejado de ser dos. Tres. Somos tres. Y, estamos muy felices con el pequeño. Nos peleamos hasta por cogerlo o cambiarlo, jeje, aunque no puede pedirme darle el pecho, eso es exclusivo mío. A veces, me he sacado leche con el extractor de Medela que me regaló mi hermana, y él ha podido darle el biberón. He descubierto que soy una vaca lechera, pues produzco mucha leche y he empezado a congelarla, para cuando empiece a trabajar y ya se vaya retirando. Me encanta la tecnología que permite estas cosas...
Lo bueno que estamos viviendo es mi baja maternal a tope, porque Paco sólo trabaja los fines de semana, y este hecho nos permite estar todo el día los tres juntos. Vamos por el centro, vamos al centro comercial, paseamos, etc. Me gustan estos días.
A veces, viene a mi memoria ese día... esa operación... la ginecóloga corriendo... y me veo la cicatriz y me dan ganas de llorar y de reír a la vez. Sentimientos muy encontrados, porque he dado vida y a la vez, casi pierdo la mía. Es una paradoja en sí misma.
Qué penita me da no volver a vivir un embarazo, y de darle un hermanito/a, pero bueno, a veces la vida nos da estos reveses para que nos levantemos una vez más, y continuemos el tortuoso camino.
Va siendo hora de creerme que soy mamá, que alguien me necesita hasta que yo muera, y el día 1 de mayo serán tres meses de vida de Gabi, y por qué no, míos también.

martes, 7 de marzo de 2017

Nueva vida

Llevo varios días dándole vueltas a si seguir escribiendo o no... pero la verdad, me ayuda a desahogarme y así algún día recordaré toda esta aventura. 
Pues ya ha pasado un mes desde que salimos del hospital, y me he dado cuenta que dar el pecho es muy sacrificado, gratificante por una parte, pero sacrificado por otra. Las tomas en mitad de la noche, cambiarle el pañal y demás, casi no duermes seguidas 2 horas. Menos mal que me ayuda Paco porque sola no podría... aunque he de confesar que al principio me aterraba quedarme sola con el bebé, pero después de este fin de semana que él se fue de guardia, lo he conseguido: una noche los dos solos. 
Pasan los días, y aún al cerrar los ojos veo el quirófano, la luz de los focos, los médicos corriendo para operarme... y sobre todo, el pensar que no voy a tener regla. Sí, lo sé, con los años me alegraré de no tener la guarri, pero ahora parece que estoy al borde de un precipicio y no quiero saltar al otro lado para continuar el camino. Miro a mi bebé y pienso que ya no le podré dar un hermanito/a, y no quiero que se quede solo. Para mi, mis hermanos y mi hermana son un pilar importante en mi vida, y él no va a tener eso. 
Añoro tener mi útero, seguramente lo veáis como una soberana estupidez, pero ya no está en mi cuerpo. Se acabó el mirar el papel durante tantos años de intentos para ver si había regla o no, se acabó pensar "¿habré ovulado?", y hacer seguimiento de eso continuamente... nunca sabré si habría logrado un embarazo por mi misma, sin ayuda.
En fin, seguiré escribiendo lo que pueda... porque ahora el tiempo lo centro casi todo el rato en el bebé. Nunca me había parado a pensar qué rápido pasan tres horas, jeje.
Merece la pena mirar la carita del bebé, y saber que parte de ti está en él. Indescriptible.

sábado, 18 de febrero de 2017

Bienvenido al mundo Gabriel

El día 1 de febrero de 2017 nació el pequeño Gabriel, el deseado y esperado pequeño que había llevado en mi ser durante 38 semanas. Os cuento cómo fue mi experiencia tal día...
Ese día, ingresé en el hospital Vithas La Salud a las 8 de la mañana para comenzar la inducción al parto. Cuando salimos de la casa, yo miré al pasillo, me santigüé y dije "allá vamos". Nada me hacía pensar que todo se torcería de la forma más inverosímil...
En el hospital me llevaron a una habitación para comenzar el proceso, donde te administran oxitocina y poco a poco, el cuello comienza a borrarse y a dilatar. La matrona me exploró nada más comenzar y dijo que estaba "muy verde", y que había que esperar. Ella me rompió la bolsa, algo que me dolió bastante, y salieron litros y litros de líquido amniótico, a una temperatura bastante calentita. Eso hizo que dilatara algo más. 
El paso siguiente fue ponerme la epidural. Me bajaron al quirófano, y el anestesista me puso la epidural, la verdad que no me dolió nada y encima podía mover los pies perfectamente. Recomiendo esta medicación, te quita el dolor de las contracciones ipsofacto.
La mañana avanzaba y mi bebé estaba muy alto, por lo que no dilataba del todo. Además se unió que el bebé empezó a sufrir pues sus pulsaciones subían en la contracción, pero bajaban a 50-60 y eso ya a la ginecóloga no le gustó. Así que a las 17:30 deciden que lo mejor para el bebé sea la cesárea. Yo empecé a asumirlo, pues tanta preparación e historias, y al final cesárea... pero bueno, todo por el bebé.
Gabriel nació ese día 1 (por cierto, San Cecilio patrón de Granada, y además, fecha en la que se murió mi abuela hacía 8 años...) a las 18:12. Es una operación un poco rara, porque sacan al bebé, entró mi marido (Paco, se merece ya que diga su nombre con todas las letras), te dicen que pesa 3,930 kg y se lo lleva Paco. Yo sin gafas, lo vi como al Rey León, y me lo puso 20 segundos en mi cara. Eso es todo lo que vi a mi bebé.
Después, tocaba contraer el útero. Empezaba el declive... Allí en el quirófano, dos ginecólogas (una de ellas de la clínica privada que me había llevado durante el embarazo, Zaira), y al lado mía una amiga mía de la infancia que es pediatra, B. Aún lo recuerdo y no sé cómo voy agradecerle todo lo que hizo por mi. Pues esa contracción, consistía en unos masajes muy fuertes, que duraron casi hora y media. Yo le preguntaba a B si eso era normal, y ella me decía que ya estaban terminando. Fue eterno. Por fin, terminaron y cerraron, y me pusieron medicación para ayudar a esa contracción. Zaira me dijo que prefería que pasara la noche en Reanimación, pues había costado mucho contraer el útero. 
Allí, en Reanimación, comencé a temblar y resulta que es un efecto secundario de la anestesia y del frío del quirófano. Uf, pasaban los minutos y no paraba de temblar. Recuerdo que bajó Paco a verme y me puse muy triste de saber que no iba a ver al bebé, pero bueno, era lo que había. 
Hubo un momento que la barriga comenzó a dolerme, pero a dolerme muchísimo y empecé a encontrarme muy mal. Una de las ginecólogas que estuvo en quirófano, entró y me observó. Apretó mi abdomen y salieron por mis piernas "litros" de sangre. Ahí fue cuando la consciencia iba y venía. Algo iba mal. Todo pitaba, se escucharon gritos "avisad a Zaira", y vi a Zaira que usaba el teléfono móvil y llamaba a Concha, que es la jefa de la clínica donde yo había estado yendo en el embarazo. De nuevo estaba consciente y escuché "tensión 6-3", y me paré a pensar "uy, eso no debe ser bueno... esto quiere decir que me voy a morir". Os he de confesar que lo primero que empecé a gritar fue: "¡llamad a Paco!, ¡llamad a Paco!", porque sentía que la vida se me iba. Volví a quedar inconsciente, y de pronto abrí los ojos y vi a Concha vestida de quirófano, y dando órdenes muy agitada. Yo levanté la mano y le dije: "¡Concha, Concha, que me muero...!" Ella agarró mi mano y me respondió: "No lo voy a permitir". Yo escuchaba hablar de cómo preparar el quirófano, y unas palabras que resuenan hoy día en mi cerebro: "¡lo extirpamos ya!". Yo sabía que hablaban de mi útero... Antes de que me durmiera del todo, vi a B, mi vecina, y le dije: "¡B, que me quitan el útero... me lo quitan!", ella mi cogió la mano y me dijo: "Confía en ellas". Ahí vi la luz del quirófano y recé: "si es el final Dios, aquí estoy".
Por lo que me han contado, Paco, las doctoras, y demás, me quitaron el útero en menos de 3 minutos, porque me estaba desangrando, sufriendo lo que se conoce como atonía uterina y esta solución tan trágica y drástica la tomó Concha, pues era el útero o mi vida. Tras extirpar el útero había que parar la hemorragia, pues todo empezaba a sangrar. También me quitó una trompa, pero dejó los ovarios y un poco de cuello. La complicación vino después, puesto que al haber perdido tanta sangre, los factores de coagulación se fueron al traste. Sufrí una CID (Coagulación Intravascular Diseminada), y comenzaron a transferirme sangre. Por lo que he leído, es la complicación más grave que se puede sufrir... así que todo pendía de un hilo. Allí lograron estabilizarme, pero Concha habló con Paco y decidieron trasladarme al Virgen de las Nieves, a la UCI, pues allí los servicios de hemodinámica son más potentes. Así que a las 2 de la madrugada del día 2, me trasladaron en una ambulancia de críticos, intubada y sedada. Paco tuvo que llamar a la familia para informar de esta nefasta noticia, y todos estuvieron a su lado: su hermano y mi cuñada, su hermana y mi cuñado, y mis padres. Mis hermanos fueron avisados pero justo esa noche apagaron los móviles, y fíjate, el destino quiso que esa noche ocurriera esto tan grave. Mis padres, me esperaban en la puerta del hospital a que llegara yo en ambulancia y Paco advirtió a mi madre que yo venía en unas condiciones un poco delicadas, pero ella quiso verme. Ya en la UCI comenzaron a trabajar en estabilizarme, transferiendome plasma sanguíneo. Así pasó la noche. Noche fatídica...
Por la mañana, yo me desperté a eso de las 12, y me vi rodeada de muchos médicos, enfermeras, y máquinas, y un médico me dijo: "está usted en la UCI del Virgen de las Nieves". Mi cerebro colapsó, pues yo me dormí en La Salud... La médico internista habló conmigo y me explicó todo el proceso: "has sufrido algo muy grave y casi te perdemos, pero hemos logrado que remontes y poco a poco, las analíticas están mejor". Yo me observé, tenía como 5 vías (en el cuello, en la femoral, en las manos...), y un tubo en la garganta que no me dejaba respirar. Yo les señalaba que me lo quitaran, pero me decían que me esperara... empecé a vomitar y eso fue peor... pues me aspiraban con otro tubo... 
Por fin, me quitaron el tubo y me pusieron una mascarilla de oxígeno. Llegó la hora de las visitas, y entraron Paco y mi madre. Me puse a llorar, pues pensé que nunca volvería a verlos... Paco entre lágrimas, me explicó todo y que tuvieron que extirpar el útero, porque fue una decisión a vida o muerte. Yo me hundí... se acababan tantos sueños de formar una familia con varios hijos y de poder dar hermnos/as a mi pequeño Gabi. Él me enseñó la foto de Gabi, y yo me puse a llorar. Mi bebé, el que había acariciado en mi barriga, estaba lejos de mi, en otro hospital, y ni siquiera sabía quién era yo. Ni piel con piel, ni nada... no dio tiempo a nada. Recuerdo que mi madre se salió y entró mi hermano mayor, y me dijo que intentara dejar la mente en blanco, que no pensara. Paco me confesó que pasó mucho miedo, pues se veía sólo con Gabi... pero por suerte, había sobrevivido.
Cuando se marcharon, no quise ni tener mis gafas ni mi móvil. Quería estar absorta en el mundo, y no ver nada de aquel horrible lugar que parecía un búnker de guerra. Os confieso que pasaban las horas, y para mi era como si no pasaran... dos días estuve allí en la UCI. Entraron a verme en la siguiente visita mi hermano A, que me trajo dos fotos de Gabi para que al menos tuviera a mi bebé cerca, y también entró mi padre, que recuerdo que me daba besos en las manos. En mi mente tenía a mi hermana, que no podía venir hasta el viernes, pero mi hermano A la llamó por teléfono y escuché su voz. Fue como reconocer que estaba viva. 
En otra visita, me pusieron en video a mi pequeño, pero es que no podía ver nada con la mascarilla de oxígeno. 
Allí en la UCI, me visitaron las doctoras, Concha y Zaira, y me explicaron toda la intervención. Había sido muy muy grave, y mi vida iba a cambiar a no tener regla y no poder tener más hijos. Qué difícil es escribir estas palabras para mí, parecen como puñales que se clavan...
Tras permanecer allí casi 48 horas, me iban a trasladar a planta y Paco logró que me llevaran a maternidad, para poder estar allí con mi bebé en una cunita. Mi bebé había sido cuidado por toda mi familia y la familia de Paco, en especial mi cuñada M, que también le debo tanto...
Me llevaron a maternidad en una camilla, y me acompañaba mi hermano mayor. Estaba en la habitación, esperando a que trajeran a mi bebé. Una espera que ya eran escasos minutos, pero que me parecieron eternos. Mi hermana apareció con la cámara del iphone grabando aquel momento que permanecerá en mi retina para siempre. Paco iba detrás con Gabriel en brazos y me lo puso en mi pecho. Yo le decía: "hola Gabi, ¿te acuerdas de mi? soy tu mamá". Lágrimas caían por mis mejillas al ver que por fin podía abrazarlo y quererlo de aquí a la eternidad.
Al quedarnos solos, no dejaba de mirar cómo Paco le daba el biberón y lo cuidaba, porque ahí estuvo su papá día y noche mientras su mamá luchaba por vivir. 
No sabía si podría darle el pecho, pues estaba muy muy débil... pero como aún no me había subido, esperamos a ver si al día siguiente estaría mejor.
Mi amiga P vino a verme, mi familia, amigos, un montón de gente que hace que te des cuenta que te quieren mucho. Mis amigas M, L, N, que están fuera escribiéndome para ver qué tal estaba.
Gracias a mi amiga P, me explicó cómo ponerme a Gabi en el pecho, y esa succión nunca la olvidaré, no por tierna (en cierta medida) sino por un dolor indescriptible. Ella me dijo "duele mucho, quien diga lo contrario, miente", y llevaba toda la razón del mundo, pues hoy día aún me duele la primera succión del peque.
Al día siguiente, me quitaron casi todos los "cables" que tenía y el drenaje, y por primera vez en días, me puse de pie. Me temblaban las piernas, pero conseguí llegar al sillón. Mi hermana y mi madre vinieron a bañarme, porque cuando estás en el hospital echas de menos poder darte una ducha tranquilamente...
Una enfermera me preguntó por lo de dar el pecho, pero le dije que no me había subido y no sabíamos muy bien cómo hacer. Ella me dijo cómo masajear el pecho antes, y me apreté el pecho, y sorprendentemente salió una gota amarilla, el famoso calostro. Yo me puse a llorar, y ella se emocionó de verme a mi. Qué momentos. A partir de ahí, me ponía a Gabi en el pecho, y comenzó a querer sólo mi leche, y hasta hoy que sigue mamando del pecho. Un logro, la verdad, pero con ayuda de Paco siempre.
El lunes 6, me dieron el alta, y por fin, volvíamos a casa. Los tres. A partir de ahora seremos tres para siempre. 

martes, 31 de enero de 2017

Último tirón

La verdad que estoy en la recta final de este embarazo y para ser sincera, está siendo un poco difícil... o quizá yo lo había imaginado con flores, rosas y sin dolor. Pues me duele mucho la pelvis, y es que Gabriel viene grande: según estiman, pesa aproximadamente 4kg aunque supongo que cuando nazca será algo menos que ese peso. Lo veremos. Además de la presión, lo de dormir ya ha pasado a mejor vida. Mi barriga es tan grande que no puedo estar ni de lado ni boca arriba, vamos que me paso la noche dando vueltas, y yendo unas dos o tres veces al baño para hacer un mililitro de pis. En fin, menos mal que ya queda muy poco, realmente días porque me van a inducir el parto. Tengo miedo, sí, como el miedo aquel cuando era pequeña y siempre había algún cambio en mi vida: miedo cuando cambié de primaria a bachiller, miedo cuando iba a hacer selectividad, miedo cuando comencé la carrera y no sabía si me gustaría... miedo a no encontrar a un hombre que me quisiera tal y como era yo, porque no es nada fácil esto: encajar con otra persona que no es de tu sangre y compartir con él tu tiempo, tu vida para siempre parece como de cuento de hadas. Por suerte, yo encontré a mi marido, P, que es la persona más importante en mi vida, sin olvidar mi hermana (jeje) y a partir de ahora, el padre de mi bebé. Vamos a compartir a partir de ahora otra nueva aventura, pero siempre hemos ido de la mano y apoyándonos en lo bueno y en lo malo. Gracias por estar en mi vida.
Somos dos, desde hace 14 años, y a partir de ahora vamos a ser tres. Aún me cuesta asimilar todo, después de tantos tratamientos y sufrimientos, viene Gabriel para dar luz a ese largo túnel, que os digo la verdad, nunca pensé que tuviera fin. 
¿Cómo será su cara? ¿Cómo será su cuerpecillo? ¿vendrá sano? es lo más importante, que venga bien de salud. Y qué ganas de oír su voz, su llanto... tengo miedo y ansiedad a la vez de todo esto... ya queda menos.
Y no me olvido de dedicar unas líneas a mi tía M, y mis primicas, que están pasando por un momento muy difícil y quiero decirles que las quiero mucho, y espero que Gabriel también las quiera y las tenga presentes en su vida.
Me acuerdo de momentos con mi familia, con mis hermanos y mi hermana en la playa de Fuengirola, cuando jugábamos todos juntos... han pasado tantos años que parecen una eternidad, pero tengo suerte de que estén ahí conmigo, apoyándome. Os quiero siempre.
Y dar las gracias a tanta gente que ha estado a mi lado en momentos tan duros (N, R, R, P, M, J, etc.) a lo largo de este año, que nunca lo olvidaré.
En fin, me digo a mi misma que ya queda poco, tan sólo días, o quizá horas. Ánimo que es el último tirón.

sábado, 21 de enero de 2017

Hace ya un año...

Hace ya casi un año que comencé a escribir en este blog, y la verdad, las circunstancias eran muy diferentes a hoy... por aquel entonces, en mi corazón sólo había pena y oscuridad, y a día de hoy, en mi vientre llevo al que será el amor de mi vida para siempre: mi pequeño Gabriel.
Las vueltas que puede llegar a dar la vida en tan sólo un año. Lo piensas bien, son muchas vivencias y hechos que te paras analizar tras ese periodo de tiempo. Hoy, estoy feliz por mi bebé, porque va a llenar mi corazón de alegría y felicidad y qué más se puede pedir...
Pero se ve que siempre en Enero, no todo es alegría... algunas penas y tristezas vienen solas, sin ser llamadas... familia mía que atraviesa momentos muy duros, quizá los más intensos de sus vidas, y por eso quiero dedicar estas líneas a ellos, para que Dios les de fuerzas y puedan sobrellevar el duro trance que van a sufrir. Le pido a Gabriel que traiga consigo salud y amor para los nuestros.
Y en medio de esa pequeña tristeza, he preparado la ropita de mi bebé para el hospital, con el bolso que mi amiga R ha cosido con tanto cariño para él, nunca lo olvidaré. No os podéis imaginar lo que siento al pensar que la hora se acerca y que por fin, voy a conocerlo...
Esta semana hemos estado de médicos y de monitores, o lo que se conoce como "correas". Pues va todo muy bien, mi bebé pesa 3,6 kg, así que viene gordito, jeje. Al principio me asusté, porque no quiero que sea una cesárea programada, quiero al menos, tener la oportunidad de que sea un parto natural aunque al final deciden los médicos, eso está claro. Cuando me colocaron las correas para monitorizar la frecuencia cardiaca de Gabriel y las contracciones uterinas, me quedé muy parada porque no sabía si podía moverme. La matrona me dijo que podía moverme sin problema, pero qué placer es escuchar el latido de su pequeño corazón, a una frecuencia de entre 120 y 160 pulsaciones por minuto. Os confieso que estuve los 20 minutos relajada escuchándolo. La doctora nos comentó que estaba teniendo leves contracciones, pero eran muy pequeñas así que yo creo que aún me queda...
La semana que viene también vamos de médicos, pero ya es la tónica común. 
En fin, que después de un año, estoy esperando a que mi bebé decida nacer a este mundo acordándome siempre de aquel bebé que durante 9 semanas estuvo conmigo. 
Nerviosilla estoy...

viernes, 30 de diciembre de 2016

Cuenta atrás

Hemos entrado en la recta final, y estamos en la cuenta atrás, o como diría Europe, "it´s the final count down". Y es que tras la nochebuena, hoy me he dado cuenta que son 34 semanas las que llevo dentro a Gabriel, parece algo como de ciencia ficción: llevar en tu ser alguien vivo y que cuando nazca tendrá su propio ser y personalidad, increíble.
La verdad que lo que suelen decir de las embarazadas que lloran por todo, es totalmente cierto. El día antes de nochebuena, sabía que mi marido se iba de guardia, y no lo vería en tres días, pero era nochebuena y Navidad... se me saltaban las lágrimas cada vez que tenía una mínima ocasión. Además, me daba cuenta que salían casi sin querer, sin forzar nada la situación. Pero imagino que a todas les pasa por la revolución de hormonas que hay en nuestro interior.
Fue una nochebuena especial, aunque no podía evitar recordar la del año pasado, con mi bebé perdido. Eran tantas emociones e ilusiones que tenía con ese bebé, que ahora vuelvo la vista atrás y sé que Gabriel ha llegado cuando tenía que llegar, aún habiendo pasado el trago tan amargo de perder a un bebé tan ansiado y esperado. La vida son continuos cambios de estado de ánimo: de pronto muy felices por algo, que en el instante siguiente la tristeza puede entrar por tu ventana como un huracán inesperado. Mi bebé perdido desde el cielo me mandó a Gabriel, para quererlo con todas mis fuerzas y amarlo más que a mi vida misma. 
Ver a mis sobrinos y sobrina recibir los regalos de Papá Noel, con esas caras de ilusión y de inocencia... me encantó. Cómo van creciendo todos... supongo que el próximo año cuando esté Gabriel también recibirá su regalo, aunque aún será pequeño para darse cuenta de lo que esté ocurriendo.
El martes pasado tuve ecografía en mi gine privada, y finalmente me van a inducir el parto, a causa de la heparina que me estoy pinchando. Y claro, yo como bien sabéis, me puse a buscar en internet cómo es el proceso de inducción de parto y qué consecuencias conlleva. Por lo que leí, la medicación que te ponen es oxitocina vía intravenosa y también prostaglandinas, vía vaginal, para comenzar a borrar el cuello del útero y provocar las contracciones pertinentes. Los foros hablan que suele doler mucho, pero que en cuanto pueden te ponen la epidural y ese dolor pasa. Espero que eso me ocurra a mi y puedan ponerme mi epidural sin problema. 
Y es que sufrir dolor me aterra. Sí, es un dolor con un final feliz, pero ese momento me da miedo. Me da miedo que él sufra, o que le ocurra algo. Me da miedo no tener fuerzas suficientes para empujar y que pueda salir sin problema. Imagino que son miedos normales, ¿no?
En fin, ya queda menos para verle y conocerlo, mi marido y yo estamos con la cuenta atrás para el tan esperado y ansiado día.